LA CLASE MEDIA DECIDE BLINDARSE

12/07/2011 - 11:30 pm

En un taller de blindaje de la Ciudad de México, un auto Nissan Máxima será forrado con el Nivel 2. El cliente pagará 25 mil dólares, el monto más asequible de esta industria.

No hay nada que detenga las manos de los técnicos. Trabajan en forma continua. Sus sonrisas son de segundos, de casi nada. Huele a polvo de avenida. A plástico tibio.

El cliente no es director general de un corporativo, ni siquiera un ejecutivo. Tampoco es un político. Quien mandó blindar su coche es director de área en una empresa mexicana. El servicio será pagado por ese consorcio para el cual trabaja desde hace 10 años.

Sus razones para blindarse son sólo suyas y los técnicos en el taller, las desconocen. Pero se atreven a vaticinar que cada vez, el trabajo se enfocará en coches como este Nissan rojo, con apenas 40 mil kilómetros recorridos.

El paisaje en este garage avala sus palabras. Se compone por camionetas Hummer, pero es notable la presencia de coches como el Bora de la Volkswagen y el Toyota Camry. La escena sorprende. Parece de ciencia ficción. Antes de 2006, un auto mediano blindado era irreal.

A México, el negocio del blindaje ingresó en 1973 y estuvo restringido a las patrullas policiales. Así se mantuvo. Pero 1995 fue un año maldito en la incidencia de delitos federales. El flagelo del secuestro repuntó y las cosas cambiaron. Se empezó a proteger vehículos como el BMW. Y blindaje y lujo conformaron un binomio.

El negocio se ha reconvertido. La clase media mexicana ha empezado a incorporarse a este mercado. No del todo ni en forma avasallante. Sin embargo, Fernando Echeverri, presidente de la Asociación Mexicana de Blindadores de Automotores  (AMBA, siete socios que cuentan con 65% del pastel) sostiene que la demanda de ciudadanos comunes ha contribuido al robustecimiento de esta industria.

Los precios no han bajado. Y el investigador Javier Oliva, coordinador del diplomado de seguridad nacional de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), hace notar que el ingreso per cápita de los mexicanos –de 0.67% en promedio anual– limitará su acceso al blindaje.

Martha Beatriz Manrique es investigadora del comportamiento de la industria y también importadora de materiales blindadores. De la presencia de autos medianos en el garage de la blindadora tiene una explicación. “Son las empresas las que dotan de vehículos blindados a sus empleados. Lo que ocurre es que en esta época ya no sólo se los brindan a los presidentes ejecutivos; sino también a directores de área, que tienen ingresos menores. Y los tienen también para las familias de sus empleados con la conciencia de que en Latinoamérica los seres queridos son una parte vulnerable en un entorno de inseguridad”.

Y así es. Las cifras de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz dan cuenta que en este momento, ocho de cada 10 camionetas o automotores acorazados (80%) que circulan por el país, son utilizados por representantes de la iniciativa privada.

 

Entre la violencia, una industria feliz

Los números son de oro. Muestran un vuelco espectacular desde 2006, cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa impulsó la guerra contra el narcotráfico. Hasta la fecha, el blindaje de automóviles se ha fortalecido en 35 por ciento.

En lo que va del gobierno se han blindado casi 6 mil 500 autos; esto es 0.30% del parque vehicular del país, de acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz.

Al despegar la demanda, surgieron otras blindadoras. En 1996 había seis y ahora operan 55, repartidas en el centro y norte del país, según un registro de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP).

En ese año de la administración de Ernesto Zedillo se blindaron en el país unos 200 vehículos y para 2007 –el primer año de Felipe Calderón– la cifra ascendió a mil 500. En 2010, se lograron forrar 2 mil unidades. Cuando concluya 2011, la AMBA prevé que unos 2 mil 500 unidades queden blindadas. Es un mercado medido en 100 millones de dólares.

En cinco años, México se convirtió en el principal forrador de autos con blindaje de Latinoamérica y el segundo en el mundo. Lo siguen Colombia y Brasil, según la misma AMBA.

En cuanto a las compras del gobierno, el rubro se triplicó, según el presidente de la AMBA. “En la guerra contra el narcotráfico están metidos diferentes estados. (Es un tipo de guerra) que terminó involucrando a muchos funcionarios. Ya no es el problema del gobernador, o problema del alcalde. Todo mundo terminó involucrado”, dice este empresario colombiano, dueño de la blindadora Ballistic Group, cuando justifica este incremento.

México próspero

No sólo son los autos. Los mexicanos han empezado conformar otro mercado: el de ropa y otros productos blindados. “Las personas (en México) están invirtiendo más en prevención”, dijo el empresario colombiano Miguel Caballero, apodado “El Armani del blindaje” o de “las antibalas”, durante su visita a México en la Expo Seguridad en 2010.

En su tienda, instalada en Polanco, se encuentran trajes, sacos, chamarras y corbatas. Los precios van desde 399 dólares hasta los 12 mil dólares (este es el monto de una camisa Polo, capaz de resistir el ataque de una UZI).

En estos productos predomina el legendario material kevlar, que fue utilizado por primera vez en 1975 para la manufactura de chalecos antibala más ligeros para las fuerzas armadas de Estados Unidos.

En la cartera de clientes de este emprendedor se encuentran los ex presidentes de Colombia, Álvaro Uribe, y de Brasil, Ignacio Lula da Silva; también el presidente venezolano Hugo Chávez. Los reyes de España son otros de sus clientes distinguidos y desde el 20 de enero pasado adquirió otro consumidor frecuente: Barack Obama, presidente de Estados Unidos.

Con sólo una tienda, México representa 30% de sus ventas, con lo que se convirtió en su tercer comprador, sólo por debajo de Estados Unidos y Brasil.

Y aquí, la mala noticia. Los profesionales consultados hablan de una época peculiar. Si antes el blindaje estuvo asociado con el poder adquisitivo alto, ahora puede surgir un nuevo binomio: blindaje y ciudadano común. El panorama no lo desea nadie. “Ni siquiera los empresarios de blindadores de autos”, asegura Fernando Echeverri, el presidente de la AMBA.

 

Nuestra vida ya no es la misma

La normalidad se modificó. Con dificultad, tendrá reversa. Empresarios, investigadores, autores de manuales de seguridad no disimulan su pesar cuando hablan del ciudadano de a pie, aquel que, pase lo que pase, debe salir a la calle.

El hombre y la mujer productivos en México estarán en un escenario en el que tendrán que aprender a protegerse y los productos de blindaje no les estorbarán. El concepto de inseguridad se volvió un ente maligno, impredecible y para todos.

“Ya no hay sorpresa”, exclama Echeverri, presidente de la AMBA. Para este empresario, la realidad se convirtió en un embrollo en el que confluyen los problemas de seguridad pública y nacional. Y la violencia, según sus palabras, se volvió un asunto normal.

“Este es un tema donde a veces nos perdemos todos. Nos vamos acostumbrando a tanto problema. Llega un momento donde ya las noticias no generan preocupación. Que encontraron una fosa en tal parte, pues ya llevan 40. Que hubo una balacera, ya es algo que tristemente se va volviendo parte normal de la vida”.

¿Qué ha dejado todo ello? “La gente eso lo confunde con que la situación ha mejorado. Y no ha mejorado mucho. Es que nos estamos acostumbrando. A que asalten al amigo. A que le roben el carro a la vecina. A que maten”.

El panorama con eventos cruentos, poco a poco, se convirtió en un padecimiento común. Así piensa la investigadora en blindaje, Martha Beatriz Manrique: “(en México) la inseguridad no tiene estrato social. Está democratizada. ¿Qué sucede? Nos golpea a todos. No mira a quién ni con quién”.

Las cifras otorgan razón. El ciudadano mexicano, en toda la República, está expuesto a problemas de seguridad pública y nacional. Lo mismo ocurren asaltos a carreteras (delito disparado 245% en esta administración según la Oficina del Comisionado General de la Policía Federal (PF), hay robo de vehículo (tiene un incremento de hasta 64.2% según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros) o la azarosa lluvia de balas (emplazado por el IFAI, el gobierno federal está por dar a conocer nombres y apellidos de más de 34 mil 612 víctimas de esta batalla contra grupos de criminales).

Y es difícil que este dramático segmento de realidad se revierta. En la clase media, expone Javier Oliva, investigador de la UNAM, prevalece la idea de que la inseguridad se va a mantener con el mismo rostro de hoy. Aun cuando el combate en contra del narcotráfico concluya. “El nivel de confianza en el las autoridades locales y federales en seguridad pública quedó muy dañado. Es muy bajo. Justo eso es lo que puede leerse en el mercado (del blindaje) que emerge”.

 

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas